domingo, abril 02, 2006

1906

Bruno Marcos
“Uno es de donde nace... ¿no?” Me preguntó mi suegro. Él que se fue a la aventura sudamericana, como tantos otros, para ser recibido por esa fiesta de dinero y vida que tan a menudo usufructuamos los españoles. “Yo creo que uno es de donde le dejan vivir –contesté-, por ejemplo a nosotros nos echaron de donde nacimos”. Él asintió, como dando a entender que, aunque yo tuviera razón, debería ser al revés.
Otro día un alumno me comentó que él tenía que haber nacido en un sitio cálido, con mar, que él no tenía que ser de aquí... Yo le dije que uno es de donde tiene amigos, que ya puedes estar en el infierno que tener amigos te haría ver ese sitio como el paraíso.
En el anuario del Diario de León -que cumple cien años- aparece, en la primera página, la noticia más importante de 1906: Un muerto leonés en la boda del rey. Al lado, salen, sonrientes, Alfonso XIII y María Eugenia, en lo que debían ser los momentos previos al instante en que Mateo Morral tirase la bomba en un ramo de flores desde un balcón del número 88 de la Calle Mayor.
La desaparición de Eusebio Flórez Torbado, a la sazón hijo del alcalde de Sahagún y sobrino del famoso arquitecto Torbado, conmocionó a la sociedad leonesa en una tarde primaveral de 1906. 23 muertos y más de 100 heridos. La bomba rebotó en una guirnalda de un balcón y cayó desviada masacrando -ya entonces como en el terrorismo actual- al pueblo. Parece ser que los exquisitos modales del anarquista le delataron y, conmocionado por lo sucedido, al ser apresado se pegó un tiro no sin antes asesinar al guarda que le había prendido. ¡Qué escaso vuelo debió coger el dicho ramo de flores para chocar con la guirnalda! Probablemente le tembló el pulso en el momento de mandar a todas esas almas al cielo.
Me acuerdo que, en un email muy romántico, entre impresionista y naturalista, mi hermano me relató cómo se acercó él solo a ver la reciente boda de nuestro príncipe. Me decía cómo la multitud tuvo que retirarse hasta la plaza de la ópera en donde había instalado una pantalla gigante y que allí, bajo la lluvia torrencial, habían entrado en una especie de candorosa comunión.
Yo me preguntaba todo el rato mientras leía que qué pintaba él ahí, el único de nosotros leonés. Lo mismo se preguntarían, casi cien años antes, los que conocían a Eusebio Flórez Torbado.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

El Cid te guiará en tu nuevo camino

abril 04, 2006 1:14 p. m.  

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